De vez en cuando sufro de pequeñas etapas de “asqueo” donde me atasco de historias (por lo general buenas) debiendo descansar durante algunos días para terminar de procesarlas. También la rutina por la que todos pasamos de una u otra manera me termina afectando: sí, muchas veces llego a casa y no tengo ganas de ver nada.
Hace un par de días que no veo cine. Pero, de alguna forma, Paterson llamó mi atención. El principio de su sinopsis decía que la película contaba una semana de la vida de Paterson, un chofer de colectivo oriundo de Paterson, Nueva Jersey. Dejé de leer: tenía un buen presentimiento…
Nuevamente, este no me ha fallado.
La película al terminar dejó en mí más pensamientos que conclusiones sólidas. Así ha sido desde que la vi hace casi una semana. Mi mente divaga, se pierde y se vuelve a encontrar, muchas veces sorprendida, en secuencias o planos de Paterson. Y eso es algo muy bueno.
La película lleva un ritmo constantemente atroz pero para nada aburrido. Al principio puede parecer que nos están tomando el pelo, pero esa idea se borra instantes después. El director Jim Jarmush es un tipo que desparrama autenticidad en cada uno de sus films, por lo que es necesario dejar las pretensiones narrativas o dramáticas de lado. Cuando uno logra eso, el viaje comienza y kilómetros de vida se meten por nuestros ojos.
La actuación de Adam Driver (debo decirlo: te odio Kylo Ren) es afortunadamente, para nosotros, soberbia: entrega lo que el guión y la historia en sí le piden… En realidad, con el pasar de los días entiendo que da mucho más y trato de imaginar qué otro actor podría haber interpretado a Paterson… Pero se me hace imposible. Los secundarios, como la novia de Paterson (interpretada por la actriz Golshifteh Farahani) o el dueño del bar (hecho por Barry Shabaka Henley) también cumplen y con creces.
Una vez que la historia queda expuesta iremos descubriendo, entre una rutina exacta de Paterson, las pequeñas cosas, las vivencias, las lecturas “entre líneas”: aquello que hace que nuestro tiempo no sea malgastado. Y es que en este caso en particular, a diferencia de otros largometrajes, lo interesante es buscar el cómo más que el qué, que de alguna forma ya nos han explicado y no cambiará a lo largo de la historia. Pido perdón si suena demasiado críptico, pero considero que con esto en mente y sin llegar a los spoilers la experiencia que pueden tener viendo esta película puede ser única. Buena suerte.
En caso de que aún estén aquí, debo decir que los planos están muy bien construidos y son efectivos. Los movimientos de cámara son tan sutiles como preciosos: nunca salimos de la historia sino que más bien nos zambullimos con una locura inexplicable (esas empatías tan raras y genuinas que a veces produce el séptimo arte) al punto de desear sentarnos con Paterson en el bar y beber una cerveza con él. Y si no basta con esa única cerveza de la noche, sabremos que podemos encontrarlo allí todos los días, a la misma hora, en el mismo asiento.
El relato en sí es tan simple como complejo. La intensidad asoma en cada plano, en cada movimiento, en cada palabra escrita por Paterson. Sí, no les he contado todo: Paterson también escribe poemas en su tiempo libre. Escribe sobre lo que le rodea, lo que ama, lo que le duele. Escribe con fuerza, no duda. Escribe para no morir. Es en este aspecto donde el relato sobrevuela durante dos transitorias horas. Transitorias porque cuando la pantalla se pone en negro, Paterson se irá a dormir y al otro día, a la hora de siempre, se despertará, besará a su novia, desayunará y caminará hacia el trabajo. La vida sigue después de los créditos. Y eso, como admirador de las historias auténticas, lo agradezco.
Dicho esto debo aclarar que la película expresa de forma convincente tanto el mundo interior como exterior de Paterson. Como espectadores esto nos fascina, pero saliendo de esa “fantasía” una pregunta incómoda surge en mí: ¿Cuántas personas conocemos que sólo muestran su mundo exterior y poco o nada de su interior? Si todos fueran Paterson, todos querríamos charlar con ellos, pero ¿existen tantos Paterson como personas en el planeta? ¿Hasta qué punto nosotros mismos mostramos cada uno de estos mundos? Evidentemente, nuestra omnipresencia en el film nos hace partícipes de todo, pero ¿Paterson realmente quiere ser visto de esta forma? Mi respuesta es tristemente no. ¿Qué se está perdiendo el mundo al desconocer a algún anónimo Paterson?
La escritura casi secreta es la receta de esta magnífica historia. ¿Está el mundo preparado para conocer esos escritos? ¿Está preparado Paterson para ver las reacciones sobre lo que escribe? Paterson piensa esto, y no necesitamos de voces en off o de diálogos obvios para que lo demuestre. Me repito necesariamente: Paterson vive más que muchos pero demuestra menos que la mayoría.
La arquitectura del equilibrio predomina en su totalidad. Imágenes y palabras, gestos y movimientos, caminatas y conversaciones, hombre y ciudad, ciudad y hombre. Lo que busco lo encuentro ahí, a simple vista. Nada se me niega en Paterson, pero tampoco se me regala. Seguramente muchas cosas se me hayan pasado. Sin dudas es un film que según el momento de tu vida en que lo mires descubrirás diversos sucesos que antes ni siquiera registraste: como un buen libro, un disco especial o un recuerdo revivido.
Atención especial a la música. En el cine, especialmente en películas con estos relatos, es un trabajo sumamente arduo crear melodías y ritmos que acompañen la imagen y no que se despeguen de la misma ¿Qué significa esto? Que uno ve la película y pocas veces escucha, verdaderamente, la música. Pero ella está ahí, elevando cada plano, cada poema, cada mirada, cada paso. Tuve que rever muchas secuencias para comprobar este punto y entender que la música me estaba afectando, de manera silenciosa y hasta tácita. Quiero que la música en el cine, en mi cine, sea siempre así.
¿La escritura encierra a este hombre, Paterson, en algo que no puede demostrar ni siquiera con su novia? ¿Es acaso ella todo lo opuesto? ¿Funcionan como pareja gracias a la complementariedad que ambos buscan del otro para sus vidas? Creo que si analizara esto acá (créanme que lo he estado haciendo) este artículo se haría infinito. Con dejarles esa pizca de curiosidad encima me conformo.
Todo se va desenvolviendo, se va entregando a nosotros sin ningún tipo de prejuicios o quejas. El film se desnuda por completo hacia el espectador, esperando que este también haga su parte y le entregue lo más valioso que tiene: su tiempo. Lamentablemente muchos tildarán esta película de lenta, aburrida o plana. Los años y el mismísimo tiempo se encargarán de que este cine tan vivo y rico de experiencias jamás muera. Por ahora, solo queda disfrutar.
Como conclusión debo decir que Paterson no es rutina, es una forma de vida. Paterson no es una sola persona, es la historia de todos los que escucha cada día en el micro. Y de ahí viene su escritura tan genuina como viva: sin pretensiones u ostentaciones, solo palabras en un papel que comunican más de lo que puede mirarse a simple vista. Hace falta observar, prestar atención.
He esperado hasta último momento para poner un título a la nota, algo que siempre hago al principio. Otro aspecto más de que en Paterson no encuentro conclusiones, sólo experiencias.
Que la vida fluya, Paterson. Lo demás viene solito.
Nos estamos leyendo.