Voy a decirles la verdad: yo no planeo ninguna de estas críticas, las mismas insisten con salir si algo dentro pasa. Bueno o malo sería entonces la única cuestión, aunque por ahora lo bueno ha prevalecido...
Días atrás miré una película llamada Rams y me había parecido una maravilla…“Quizás escriba algo” pensé. Pero It’s Only the End of the World se entrometió, me movió el piso y esfumó cualquier plan que tuviera consciente o inconscientemente. Y acá estoy.
Esta vez llegué a la misma por un tráiler que más que un tráiler es un anuncio de lo que se iba a venir, un minuto y medio que condensaba y explicaba mejor que cualquier sinopsis escrita… Una historia que me pedía a gritos ser vista…
¿Cómo negárselo?
¿Cuántas cosas dichas y no dichas pueden caber dentro de una pantalla? ¿Cuántas cosas pueden sobrevolar por el aire, mi aire, e incubarme en ese universo tan verosímilmente empático? ¿Cuántas cosas pueden deshacerse en el tiempo y quedar suspendidas importándole un carajo los segundos, minutos y horas? La última película del joven director Xavier Dolan es una prueba de todo esto.
El comienzo de por sí es magnífico. La pantalla en negro con la oración “En alguna parte, hace ya tiempo” nos coloca en algo que no entendemos, pero nos atrae. La escena inicial es increíblemente absorbente: Louis, un joven francés, viaja en avión en un vuelo nocturno mientras un niño desde el asiento de atrás lo molesta, todo esto acompañado por la voz en off del personaje...
¿No suena como algo absorbente verdad? Puedo asegurar que cada vez que me digan que los buenos guiones están reflejados en imágenes me acordaré de esta escena. Desde un principio Dolan va dejándonos pequeñas pistas, es cuestión de nosotros estar atentos a lo que sucede. Esta secuencia tan simple y poderosa aún no termina y yo ya estoy en ese avión con ese joven, escuchando sus pensamientos… Y de repente sucede un momento mágico, de esos que impactan al principio y que luego, al final, impactan el doble. Dejo esa imagen debajo.
La historia ha sido expuesta, casi como una sinopsis, en esos primeros tres minutos. A partir de ahí, Dolan irá desenvolviendo un trabajo fino y maravilloso que lentamente ascenderá en el vivir de cada personaje. La presentación de Louis con su familia está tan bien interpretada que da placer cómo se ha filmado: escasos planos generales de introducción; primeros planos a aquellos rostros que hace una década no se ven, que hace una década que esperan por conocerse; un montaje rápido y atolondrado que nos hace parte de un encuentro difícil e incómodo… Un momento corto pero eterno debido a que el director nos empuja a ese comedor hogareño y prácticamente nos dice “quedate ahí”.
El desarrollo del plano sonoro es amigo de la imagen: está ahí para consolar a la misma, para ayudarla a llegar a lo más alto, para hacerla sentir. Lo audiovisual justamente, empieza con la palabra audio… Aunque muchos lo ignoren, Xavier Dolan no lo hace en ningún instante.
La música está utilizada de dos maneras: la primera es más ostentosa, con un ritmo dinámico y casi por encima de lo que nos muestra la imagen. La segunda forma es por debajo de lo que vemos: casi indetectable, las notas de un piano o los instrumentos de viento congelan momentos poderosos, donde planos estáticos buscan en los ojos de los actores palabras, gestos, verdad… Hay un buen equilibrio entre ambos usos, con bandas sonoras prolijas y bien elaboradas.
La película avanza y avanza y las emociones van saliendo a flor de piel. Y es que cada día comprendo más que el buen guion, la buena historia, es aquella que demuestra sin mostrar. Algo que solo es difícil cuando uno no entiende lo que cuenta, cuando no es crudo y no se la juega con lo que está contando. Pero cuidado, no debe confundirse lo abierto con lo inexistente: una delgada línea que puede movernos a distancias tan opuestas que van desde lo inexpresivo y/o lo políticamente correcto a lo vivo. Esta película logra que la historia abierta que se presenta termine de ser completada por nosotros, con nosotros.
Imágenes tan poderosas como imborrables: desde un principio están ahí para atormentarnos y buscar nuestra complicidad. Las simbologías prevalecen a pesar de ser escasas en cantidad pero aduaneras de nuestros sentimientos. Me limito en esta zona para evitar disgustos ya que revelaría hermosas secuencias que perderían su primer efecto de impacto. Lo único seguro es que comparando este Dolan con el de su temprana ópera prima I Killed my Mother vemos a un director que ha crecido ampliamente desde lo narrativo, contándonos con acciones concretas y dejando de lado el excesivo rigor técnico que se quedaba en imágenes poéticas carentes de desarrollo.
Las actuaciones… y después uno viendo las nominaciones de los grandes premios... El trabajo de los actores y por parte del director son impecables: ninguno desvaría o está fuera de lugar. Considerando que los cinco personajes tienen marcadas personalidades con su correspondiente evolución, las explosiones emocionales de cada uno y para con sus compañeros son totalmente acertadas y bien conducidas. El bloque del cual depende el film, la actuación, se desplaza con una personalidad concreta y hasta excepcional.
Una película sin lugares, una película de personas para las personas, una película de primeros planos, de desenfoques, de encuadres incomodos, de cámaras entrometidas, de olor a nostalgia vomitiva saliendo de cada pixel… Una película de pieles, de rostros, de arrugas, de vidas, de maquillajes tapando la piel y sus imperfecciones, de lágrimas estancadas escondidas e impenetrables, de recuerdos borrados y guardados bajo casas abandonadas, de cuartos intactos llenos de polvo, historias cotidianas y repetitivas, chistes inadecuados, susurros directos, comidas vacías, cigarrillos escondidos, humos a contraluces, cortes a negro para disimular… La totalidad de lo representado se mueve con un estilo tan trágico como apasionante.
¿Una película de tiempo o a destiempo? ¿Sobre cómo el tiempo da vida o en realidad mata? Eso aún no lo puedo responder… El tiempo es miedoso, Louis: teme por su propia desaparición. Si este tiene miedo, ¿por qué nosotros no?
Nos estamos leyendo.