¡Envíos a todo el país!🚀 10% Off transferencia bancaria 💸

En un mismo tiempo, bajo una misma edad

Petite Maman (Ídem, Francia, 72’, 2021) Dirección: Céline Sciamma. Guion: Céline Sciamma. Fotografía: Claire Mathon. Intérpretes: Joséphine Sanz, Gabrielle Sanz, Margot Abascal, Stephane Varupenne, Nina Meurisse.

 

Por Nicolás Di Cataldo


En el inmenso cosmos de las películas a veces aparece, casi como una excepción, una propuesta que se destaca por su sencillez y emotividad. Pueden parecer dos aspectos destinados a ir de la mano, pero la experiencia es traicionera y todo artista sabe que el llegar a ese punto requiere no solo talento y dedicación, sino tiempo. Tiempo. Esto es algo que Petite Maman logra en tan solo setenta y dos minutos dejándonos, en sus créditos finales, con los ojos llenos de lágrimas.


La película trata sobre Nelly, una niña de ocho años que acaba de perder a su abuela. Mientras ayuda a sus padres a vaciar la casa en la que su madre creció, la niña explora intrigada el bosque que la rodea, aquel donde su mamá solía jugar de pequeña. Allí Nelly conoce a otra niña de su edad y la inmediata conexión entre ambas da paso a una preciosa amistad. Juntas construyen un refugio en el bosque y, entre juegos y confidencias, descubren un fascinante secreto.



Los primeros minutos de esta historia son hipnóticos y fascinantes. No hacen falta extensos diálogos donde los personajes expliquen sus vivencias actuales, sino que a través de las imágenes entendemos lo que está sucediendo. Nelly, la niña protagonista, se despide de los ancianos de una residencia hasta llegar a una habitación vacía… Una habitación donde encuentra a su madre, Marion, nostálgica y rota: ha sufrido una pérdida. La niña luego observa cómo sus padres se dan un abrazo frío y distante. Y así, con apenas un par de gestos y miradas, teniendo el silencio como una poderosa herramienta, es que nosotros nos convertimos en testigos de aquel duelo y las vivencias que arrastran sus personajes.


La casa de la difunta abuela materna de Nelly es el lugar donde transcurre la mayor parte de la película: un espacio donde reina la atemporalidad en escenas donde los personajes, a través de pequeñas acciones rutinarias en la cocina, se desarrollan y nos permiten adentrarnos en sus mundos algo quebrados y silenciosos. Es allí donde poco a poco conocemos al padre de la niña a través de escuetas charlas que comparten. La directora del film, Céline Sciamma, recurre a un plano magnífico donde el hombre le cuenta a la pequeña sobre su pasado mientras fuma con la ventana abierta… Pero el humo igualmente entra en la casa, demostrándonos que aquel sujeto busca expulsar cosas que, en última instancia, no las puede soltar.



La relación de Nelly con su madre, expuesta y vulnerable ante su duelo, es algo que Sciamma maneja con mucha precaución y transparencia, respetando una fina línea donde la relación entre ambas se desarrolla desde la sinceridad y sin sentimentalismos innecesarios. Lo mismo sucede con la presencia de la abuela de Nelly y madre de Marion, un personaje que en el universo onírico donde se desenvuelve la película, la directora logra utilizarlo con maestría para la creación de momentos y despedidas dignas de quebrar hasta al espectador más frío.


Pero si de una relación en particular debemos hablar es de aquella que sirve como estructura narrativa esencial del film y por la cual Petite Maman termina funcionando con creces. La amistad que se forma entre Nelly y la niña que encuentra en el bosque nos evoca a recuerdos de la infancia donde la inocencia y lo fabuloso siempre formaba parte de una oración, donde algo tan sencillo como la construcción de un refugio con ramas en el medio del bosque era mucho más… Significaba una forma de estar vivo en el presente, sin las incertidumbres propias que traen los años y la adultez. Nelly y su amiga son interpretadas respectivamente por Joséphine y Gabrielle Sanz, quienes son hermanas gemelas en la vida real, traspasando aquella química a la pantalla y contagiándonos un mundo del cual no nos gustaría irnos jamás. 



Y de esa forma es que Petite Maman funciona a la perfección al demostrarnos de qué va a ir su historia desde las primeras secuencias, sumándole una propuesta estética y actoral que potencia un lenguaje cinematográfico muchas veces bastardeado pero que esta ocasión se eleva hacia una película nostálgica e intimista. Una historia que nos devuelve la fe sobre la esencia de un cine que no necesita ningún artilugio para mantener nuestra atención, solo la sinceridad y el compromiso en lo que nos cuenta.


Hace poco una persona que quiero mucho me dijo que, de alguna forma, siempre termino corriendo contra el tiempo… Y luego de ver Petite Maman entiendo, al igual que muchos de ustedes, cómo las pequeñas cosas son aquellas que marcan nuestra finitud en la vida… Y cómo a veces nos imaginamos, a pesar de que nuestra razón se esfuerce por traernos siempre a la realidad, lo que se sentiría poder estar y compartir con nuestros padres desde una posición equitativa: en un mismo tiempo, bajo una misma edad. 





Mi carrito