¡Envíos a todo el país!🚀 10% Off transferencia bancaria 💸

Donde la desidia no nos ofenda

El insulto (L'insulte, Líbano, 110’, 2017) Dirección: Ziad Doueiri. Guion: Ziad Doueiri, Joelle Touma. Fotografía: Tommaso Fiorilli. Intérpretes: Adel Karam, Kamel El Basha, Christine Choueiri, Camille Salameh, Rita Hayek, Talal Jurdi.

Por Nicolás Di Cataldo


El encuentro con lo político jamás es sencillo. Hay muchas aristas, complejos puntos de vista que, al conocerlos, van profundizando nuestro punto de vista. El acercamiento político desde lo cinematográfico plantea otra dificultad: el estudio y la disección de los hechos. La mirada del autor cobra un sentido determinante ante una obra que luego el espectador podrá, en el mejor de los casos, complementar con su mirada. El insulto se posiciona como un film político y social de un delicado tema actual que busca una complejidad impactante... Pero que se desinfla a la mitad en una obra didáctica y efectista.


La película nos cuenta la historia de Toni, un cristiano libanés, el cual riega las plantas de su balcón. Un poco de agua cae sin querer en la cabeza de Yasser, palestino y capataz de una obra. Este simple hecho da origen a una pelea, en la cual Yasser, furioso, insulta a Toni. Él, herido en su orgullo, decide llevar el asunto ante la justicia. A partir de ese momento comienza un largo proceso donde aquel insulto toma una dimensión social, enfrentando a palestinos y cristianos libaneses.



El insulto tiene una primer media hora fascinante. La presentación de aquel lugar y contexto político se realiza con intensidad. Conocemos a sus personajes y somos testigos de aquel desencadenante, una simple pelea que nos prepara para un viaje donde todo, intuimos, se va a dirigir hacia lo peor… Y es lo que termina sucediendo, pero lamentablemente aquella fatalidad no se traslada hacia el desarrollo de sus personajes, sino que recae en la estructura del film y la mala conducción de su planteo.


El principal problema de este largometraje recae sobre la extrema polaridad de sus personajes. Toni Hanna es un tipo deliberadamente testarudo, fanático desde el discurso de odio que ha consumido toda su vida. Sus acciones, una y otra vez, nos hacen negar con la cabeza ante sus caprichos y la infantilidad de ciertas conductas. Poco o nada parece importarle que su mujer esté embarazada ante la constante necesidad que posee de reafirmar su orgullo. Del otro lado se encuentra Yasser Salameh, una persona que, al buscar la inacción, lo que produce es todo lo contrario: ataques de ira cuando explota. Así se dan entonces eternos idas y vueltas de lo que parece, por momentos, un drama melodramático.



Pero si hasta ese momento nuestras esperanzas de que El insulto remonte todavía permanecen activas, todo se desmorona cuando la trama se abre paso al proceso judicial. Es en este punto donde Toni y Yasser van pasando a un segundo plano y toman peso sus abogados defensores… Los cuales para complejizar las cosas son familiares, padre e hija (el abogado de Toni y la abogada de Yasser respectivamente) Al llegar a este punto somos conscientes de que la progresión del conflicto se está planteando de forma natural pero burda en su crecimiento. Distintas capas se van sumando y con ellas la escala hacia un nivel político y social. Detrás queda aquella historia cotidiana de dos personajes que llevan sus acciones y consecuencias hasta el fondo para dar paso a un planteo judicial estándar, perdiendo su novedad en pos de otra experiencia clásica y, a estas alturas, ya vista y conocida.


Los movimientos de cámara constantes que siguen a los personajes por espacios muchas veces reducidos dotan de cierto interés a una imagen que permite a sus actores desarrollarse y poder brindar sus actuaciones… Pero que más temprano que tarde hacen visibles ciertas exageraciones en sus conductas, además de diálogos algo repetitivos y vagos. El film se torna excesivamente hablado, abriéndose en su juicio hacia nuevos casos, anécdotas sobre la empresa de construcción, otros casos de violencia en aquel contexto político, una clase de historia sobre sus eventos del pasado… Demasiada información que se expone, pero muy poca con la que podamos sentir y empatizar desde un lugar natural.



Una escena en particular determina la torpeza de su narración: Toni y Yasser salen de hablar con el presidente, el cual los ha reunido, sin éxito, para que hagan las paces por el bien del país. Cuando cada uno va al estacionamiento en busca de sus autos, el de Yasser no arranca. Toni se va, pero termina volviendo y ayudándolo a que el motor funcione. Es un momento sencillo que peca de ser burdo y básico, con una música efectista que propone un cambio en su historia cuando ya estamos en el trayecto final de la misma.


Su resolución pacifista y esperanzadora deja en evidencia una narración extensa que se ha desarrollado con el único motivo de dejar una moralina casi publicitaria. En los últimos quince minutos sus personajes realizan acciones que parecen contradecirse ante el recorrido persistente que han venido haciendo. No hay un arco de maduración, un crecimiento paulatino. Las cosas son esporádicas por el sencillo motivo de que deben terminar.



Al final El Insulto termina quedando como un largometraje exclusivo para los amantes de los casos judiciales, donde se exponen argumentos sin parar y donde poco y nada se termina comunicando desde la imagen más que una obvia exposición de los hechos. Su duración de casi dos horas da la sensación de que todo debería haber sido más. No necesitamos salir satisfechos, pero sí sentir que hemos comido. Esta vez es cuestión de irse en silencio, no pensando en lo que pudo ser, sino buscando una nueva experiencia: donde la desidia no nos ofenda.  




Mi carrito