Muere, monstruo, muere (Ídem, Argentina, 109’, 2018) Dirección: Alejandro Fadel. Guion: Alejandro Fadel. Fotografía: Julián Apezteguia, Manuel Rebella. Intérpretes: Esteban Bigliardi, Francisco Carrasco, Tania Casciani, Romina Iniesta, Víctor López, Sofía Palomino.
Por Nicolás Di Cataldo
El desconcierto es un estado de ánimo donde se produce desorientación y perplejidad. Un trastorno por el cual una persona puede quedar, en el mejor de los casos, apenas un rato sin poder ubicarse temporal y/o espacialmente. Muere, monstruo, muere genera este estado durante su visionado, provocándonos desde un lugar arriesgado y desmesurado… Pero ganándonos desde el principio.
La historia se desarrolla en algún lugar remoto de la Cordillera de los Andes, donde se encuentra el cuerpo cercenado de una mujer. Cruz, miembro de la policía rural, se hace cargo de la investigación. David, esposo de Francisca, quien a su vez es amante de Cruz se convierte rápidamente en el principal sospechoso. Cuando internan a David en un hospital psiquiátrico culpa del hecho a un monstruo que se le aparece y le vive repitiendo en su cabeza las palabras “Muere, monstruo, muere”
El comienzo de la película es fascinante e hipnótico. Contemplamos, con sutiles y precisos movimientos de cámara, aquella mujer agonizante, con el cuello destrozado… Y es así que su director, Alejandro Fadel, nos sumerge en este ambicioso viaje. Desde el primer momento entendemos que el paisaje en este film va a ser un protagonista más, sus montañas, sus rincones abiertos y desiertos, asolados por el clima y la profunda oscuridad, toman forma y conciencia, envolviendo a sus personajes y asfixiándolos hasta exprimirlos.
Con secuencias de planos muy abiertos y estáticos la sensación que prima en aquellos fotogramas es de abrumo, un agudo y siniestro miedo que poco a poco crece ante la inmensidad de una naturaleza escondida y putrefacta, esquiva de cualquier civilización. La película se toma su tiempo para ir mostrando el foco de la investigación del asesinato y, a partir de ahí, atraernos hacia sus personajes. Con referencias a Once Upon a Time in Anatolia, todo el primer cuarto de la película se encarga de ir preparándonos para un desmesurado e hipnótico viaje.
Y es que en Muere, monstruo, muere, el tacto y la interrelación de sus personajes, así como la saliva y la textura en la palabra, se complementa con el gore y lo visceral de los cuerpos. La combinación es milimétrica pero bien trabajada, donde se requiere un espectador con una visión periférica pero no detectivesca: no es un simple policial, y muchos códigos y símbolos provienen de mundos y conflictos internos de sus incómodos protagonistas, seres visitantes en un territorio que desconocen.
Los paisajes y cada uno de los entornos se potencian además desde un trabajo sonoro pulido y expansivo, donde cada eco, reverberación, susurro y siseo está magnificado; donde las frecuencias graves al mencionarse el monstruo o su próximo acercamiento es algo que está ahí, se siente y se escucha. La ambientación, por lo tanto, toma un aspecto sideral y para cuando queremos enterarnos vivimos ahí, con el policía Cruz en su redada contra algo que no hemos visto, pero sabemos que está. Mención especial al tema de Sergio Denis Te irás, me iré que funciona como un leitmotiv musical y brutal en este mundo terrorífico.
El tercio final de film se encarga de darnos respuestas… Pero también de generarnos muchas otras preguntas. Es llegado a este punto donde sus últimas secuencias pueden producir una disrupción en los espectadores, dejándolos con un gusto agridulce al comenzar los créditos. ¿Las presencias son siempre necesarias? ¿Hasta qué punto Alien sería hoy lo mismo si solo nos hubiésemos quedado con el mito, con aquella narración desde el fuera de campo que proponía su trama? Las dudas, al compás de Sergio Denis, avanzan sobre nosotros mientras vemos los nombres de sus realizadores. Pero hay algo certero que ha sucedido en aquella pantalla, en aquella escapada hacia un rincón nauseabundo. Esperamos jamás encontrarnos con ese monstruo que, al atraparnos, lo más seguro es que exclame: dime, corazón, dime.